Si pensamos la Constitución en términos de infraestructura legal básica, como cimiento, no es casual que esté hoy en el centro de la discusión. Como sociedad hemos llegado a un impase que se ha ido gestando por años, y en el que cada vez es más claro que las soluciones temporales que se proponen no se sostienen porque no van a la raíz, porque hay cambios que la Constitución no permite. Las calles lo dicen y las arcas endeudadas del estado también: es tiempo de un nuevo pacto social y económico.
Sin embargo, como saben bien quienes construyen infraestructuras, sean carreteras, puentes, plataformas de dinero electrónico o leyes, el uso y apropiación de estas siempre excede la imaginación de quienes las diseñan. Por ejemplo, ¿quién hubiera imaginado que TikTok, red social para compartir vídeos usualmente musicales y graciosos y que solo tiene dos años en el mercado global más allá de China, iba a ser tan central para la organización y reporteo de lo que estaba pasando en las protestas de las últimas semanas en Perú? ¿O que Facebook sería clave en la difusión de fake news y de contenidos racistas que inclinasen resultados electorales en Estados Unidos hace unos años? Y de seguro el creador de WhatsApp nunca imaginó todo lo que hoy se hace en esa red, desde chats familiares a todo tipo de servicios y hasta educación a distancia en zonas rurales y teatro a pedido en pandemia.
Más concretamente, un ejemplo muy claro de infraestructura legal que se diseña con cierto espíritu de ley y termina siendo usada de una manera distinta y extrema con el paso del tiempo es la segunda enmienda de la Constitución norteamericana. Ratificada en 1791, esta protege el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas. Es un derecho adicional que apoya el de autodefensa y resistencia frente a la opresión, un derecho cívico colectivo para actuar en contra del peligro de una fuerza armada del gobierno federal. Su contexto: estados que se unen en un gobierno federal y quieren tener cierta autonomía y balance de poder frente a este. Fast forward 200 y pico años: Estados Unidos es uno de los países con menores limitaciones para adquirir y portar armas, las venden hasta en Walmart y tiendas de deportes, llegan catálogos (sin subscripción de por medio) por correo postal cada cierto tiempo a las casas. Es también el país con más matanzas en escuelas, además de las que ocurren en centros comerciales y de trabajo y lugares de culto religioso. Cada vez que hay una nueva matanza, vuelve el debate público que pide mayor regulación pero el lobby pro-armas es muy poderoso, es un negocio millonario que apoya campañas políticas y siempre apela a esta enmienda. Es un tema muy complejo y de múltiples variables y actores, que no se resolvería de la noche a la mañana con una enmienda a esa enmienda pero ciertamente esta infraestructura legal es un nodo central para permitir un cambio de rumbo.
Cuando son los más poderosos, los que tienen acceso a congresistas, los que pueden contratar lobistas, los que van a los mismos clubes y playas privadas, los que apelan a la ley y defienden a la Constitución política como si fuera la palabra de Dios para defender sus privilegios ya sabes qué infraestructura está fallando… ¿Podemos hacer un país más meritocrático y menos clasista, que no solo se preocupe por la predictibilidad y estabilidad de los grandes negocios sino de la economía de la mayoría de familias peruanas? ¿Cómo hacer empresa sin dejar de hacer comunidad?
Ir a la Constitución es ir a la raíz que ata de manos al Estado con su rol subsidiario en la provisión de servicios necesarios. Toca empezar a podar los árboles que han crecido a partir de esa raíz constituyente, que han permitido beneficios tributarios promocionales (con “p” de permanentes) a las grandes empresas extractivas (agro, minería, y más) y han formalizado el trabajo precario. Toca sembrar nuevas semillas que nos acerquen, que distribuyan y compartan el fruto del trabajo y la inversión de unos y otros.
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